
La familia provee el soporte ambiental en el cual la niña o el niño puede encontrar apoyo, comprensión y un modelo para ubicar su lugar en el mundo que lo rodea. Ella constituye un verdadero lugar de construcción y expresión del afecto; desde ahí es posible estimular el desarrollo de valores como la solidaridad, la tolerancia, la aceptación de la diferencia, el respeto mutuo y en sí la formación integral.
Desde los primeros años de vida, la niña y el niño empiezan a desarrollar habilidades que le permiten interactuar con el mundo, mientras más oportunidades se le brinden para practicar todo lo que aprende, mayor será su capacidad para formar conceptos más claros que le permitan comprender y resolver las diversas situaciones a las que se enfrenta. Por ende es de gran importancia para la institución orientar a padres, madres y acudientes, en lo relacionado al proceso de formación integral, a fin de garantizar un aprendizaje para la vida y no para el momento.